jugando a las escondidas por la mañana,
haciendo muñecos de nieve sobre la piel.
El ancla parece ser el compañero fiel,
un amante preso de una ilusión.
Tiende a buscar la ranura,
luz siniestra propia de la imaginación,
imprudente aquel al saber y no hacer,
al pertenecer y no hacerse ver.
Egoísta aquel,
inteligente tal vez,
pero no encuentra asiento
en la roca cruel.
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